Sumario
Si con la Bonneville Bobber presentada hace un par de temporadas Triumph lanzaba un concepto cruiser de estética impactante y muy lograda, con esta nueva versión Black no sólo ha pretendido lanzar una nueva decoración, sino una evolución en toda regla que toca ciertos aspectos técnicos que acaban de moldear el conjunto a la perfección.
Tecnología exclusiva Bobber Black
Por un lado los frenos cuentan ahora con un disco frontal extra que se nota mucho a la hora de echar el ancla, por otro la llanta delantera pasa de 19 pulgadas a 16 y la anchura del neumático de 100 milímetros a 130, acompañado este cambio por un incremento en el perfil que sigue siendo 90, pero que al ser esta una medida relativa a la anchura del neumático, supone en la práctica un balón bastante mayor como se comprueba a simple vista. El eje delantero también recibe una mejora importante en cuanto a la horquilla, con unas barras de gran diámetro que pasan de 41 a 47 mm.
Estos cambios, además del impacto estético, tienen todo el sentido en conjunción con la mayor capacidad de frenada, puesto que con un neumático tan ancho y una horquilla más robusta podemos aplicarnos con más fuerza a la hora de sacar partido al doble disco.
Otra novedad decisiva afecta a la puesta a punto del motor bicilíndrico en línea de 1.200 centímetros cúbicos. Gracias a una nueva caja de admisión, cambios en el escape y una electrónica adaptada a lo que pretendían conseguir al girar el acelerador, la Triumph Bonneville Bobber Black gana respuesta a bajo y medio régimen. Las mediciones arrojan un par máximo de 106 Nm a 4.000 rpm, pero lo realmente significativo es que 1.000 revoluciones antes ya rinde 103 Nm y una cifra similar se mantiene hasta las 4.500, lo que da una idea de la enorme elasticidad que proporciona. La potencia máxima es ligeramente inferior y el motor “se muere” antes, ¿pero a quién le importa lo que pase por encima de 6.000 rpm con todo lo bueno que hay por abajo?
Personalidad y muchos detalles
Se nota que me ha gustado el motor, pero no ha sido lo único que me ha dejado buen sabor de boca de esta moto tan negra. Empecemos por acercarnos a ella. La Bobber es baja y la rueda trasera da la sensación de estar “suelta” del resto de la moto, a lo que contribuyen el asiento flotante y el trapecio que la sustenta, con el amortiguador discretamente colocado bajo el trasero. Todo en ella es negro mate: las llantas, los escapes, el motor, el asiento de tapizado exclusivo, el manillar, las botellas de la horquilla… y francamente creo que le sienta muy bien al único color disponible para su carrocería: negro, por supuesto.
El asiento, que bien podríamos llamar sillín si no fuera porque es amplio y cómodo, se puede regular en longitud y altura con la herramienta proporcionada con la moto y con la minimalista instrumentación puede hacerse lo propio en inclinación, por lo que se puede jugar para dejar la posición al gusto. Con una altura al suelo de sólo 690 mm. la primera impresión es de manejabilidad a pesar de sus 237 kilos en seco.
Sólo los notarás realmente al levantarla desde la inclinada posición de la pata de cabra. A pesar de lo que parece indicar su masiva rueda delantera la Bobber Black es realmente manejable. ¡Ah! y llegado este momento es muy importante andar listo con uno más de tantos aspectos distintivos de la Triumph Bobber: la cerradura de contacto está colocada tras los cilindros en el lateral derecho, un toque diferenciador pero poco práctico y que obliga a utilizar una cerradora independiente para el antirrobo de la columna de la dirección, algo que puede provocar un buen susto a los despistados porque es posible arrancar la moto y salir con la dirección bloqueada.
Comportamiento adictivo
En ciudad se mueve con soltura y si te fijas en las fotos verás que la postura que adoptas sobre ella es de tipo duro y un poco “malote”, así lo mejor es dejarse llevar por las circunstancias y poner cara de chungo para no desentonar. Por supuesto si tienes una moto así debes cuidar tu vestimenta… si no corres el riesgo de parecer un cristo con pistolas.
Al buen tacto de la parte ciclo contribuyen unos frenos que cumplen bien, con sus dos discos delanteros y una horquilla Showa gruesa y eficaz (para tener un recorrido de sólo 90 mm). Es curioso que Triumph haya dado calabazas a dos buenos proveedores que equipan otras Bonneville en el tren delantero, Kayaba y Nissin, por Showa y Brembo en la Bonneville Bobber Black. Pero sin duda, aunque sin haber probado la versión “básica” de la Bobber, parece justificado a la vista del resultado. Precisamente el tren trasero, donde no hay ningún cambio con respecto a la versión básica, es la parte criticable del chasis. La amortiguación Kayaba es seca y los baches castigan la espalda si te pillan desprevenido; algo quizá inevitable si queremos un buen comportamiento con un recorrido de suspensión de sólo 77 mm… ¡ lo queremos todo!
No es desde luego una moto hecha para buscar la tumbada perfecta, mucho antes estarás rascando el suelo con sus bajas estriberas y las piernas abiertas -parte de su personalidad- pero el comportamiento es sano y hasta dinámico dentro de los límites de la lógica. Resulta incluso divertida de llevar porque cuenta con un motor de respuesta excepcional que se disfruta aprovechando su funcionamiento desde las catacumbas, lo que anima a llevarlo en marchas largas confiando que al primer golpe de gas responderá con una recuperación lineal, contundente y casi exenta por completo de vibraciones… ¡Pecado! dirán algunos, pero yo me quedo con sus ejes alternativos y la consecuente finura mecánica.
En este sentido a la caja de cambios de la familia Bonneville le podrían sobrar un par de relaciones dadas las particulares características del propulsor de la Bobber Black, pero no vamos a quejarnos precisamente de que sus seis velocidades permitan un escalonamiento perfecto para poder practicar un juego más dinámico llegado el momento. El embrague, con mando por cable, no resulta incómodo y cuenta con sistema antibloqueo para no temer un exceso de retención del motor en reducciones fuertes. Por ejemplo con el suelo mojado, circunstancia para la que también cuenta con control de tracción (desconectable) y un modo de conducción para lluvia, todo muy a mano, lo mismo que la navegación entre las diferentes informaciones seleccionables en la instrumentación digital.
Y es que otra cosa que me agradó fue la posición de conducción. Si bien puede parecer un tanto forzada lo cierto es que en ruta no es incomoda y al adoptar una postura baja el viento azota menos de lo que se intuye. No es una moto para largas etapas de carretera y manta sin parar, pero tiene una comodidad aceptable a cruceros relajados en los que puedes activas el control de velocidad y dejarte llevar viendo por el rabillo del ojo, si eres un poco presumido, cómo te observan los demás.
Conclusión Triumph Bonneville Bobber Black
Si te fascinan las motos que proyectan una estética de tío duro, pero también te gusta sentir que además de ruido hay muchas nueces, tienes que considerar seriamente la nueva Triumph Bobber Black. No tiene nada que envidiar por pedigrí ni leyenda a los productos de otras marcas genuinas y menos aún si hablamos de funcionamiento y calidad, puede que incluso cuente con el aliciente de seguir su propio camino, con el motor en línea y un toque británico.
Triumph está demostrando una extraordinaria capacidad para abarcar todos los tipos de moto de alta cilindrada y además hacerlo muy bien en cada caso. El éxito no es barato: Para conseguirlo han tenido que desarrollar mecánicas diferentes desechando la tentación de compartir motores y otros componentes entre las diferentes gamas. En el caso de las Bonneville ni siquiera el motor se mantiene inalterado para todos los modelos y la puesta a punto de la Bobber Black es diferente a la del resto como hemos visto, lo que pone de manifiesto el mimo que los chicos de Hinckley ponen en todo lo que hacen.
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