Al momento de elegir un casco debemos considerar aspectos importantes, como la talla, certificación, tipo e incluso el precio. De entrada, un buen casco debe estar certificado. En el mercado existen varias certificaciones, dependiendo la región donde se fabrique. Las más populares son la DOT (District Of Transit) de Estados Unidos y la ECE-R-2206 (anteriormente ECE-R-2205) de origen europeo. Ambas avalan la resistencia de los materiales de un casco y su comportamiento frente a un impacto.

¿Integral, modular o jet?

Siempre recomendaremos el uso de cascos integrales porque son los que emplean en su construcción una estructura exterior más sólida y son los más seguros al proteger cabeza, nuca y mentón. Sin embargo, existe otra interesante opción: los cascos abatibles o modulares que, además de proteger bien, son más versátiles y frescos en verano, y en muchas de las ocasiones cuentan con la homologación de cascos integrales. Estos cascos han ganado mucha popularidad en los últimos años, a pesar de que son un poco más pesados que los integrales debido a sus sistemas de montaje y desmontaje. También son más ruidosos.

Existe un tercer tipo de casco muy usado en entornos urbanos: el jet o semi-jet, aunque de antemano ya sabemos que nos estamos jugando nuestra bonita cara en caso de enfrentar un accidente, pues son cascos abiertos. Eso sí, son mucho más cómodos para usar en ciudad, especialmente con el calor, además de más económicos.

Otros aspectos a considerar

Talla. Es crucial al momento de elegir un casco, ya que puede suceder que el casco salga despedido porque la talla o la sujeción no son las adecuadas. Según los fabricantes, el 60% de los usuarios no elige la talla correcta. El casco no debe de quedar muy flojo ni muy apretado, debe de acoplarse a la cabeza con comodidad y precisión. Se tiene que acomodar a los pómulos y amoldar a la forma de nuestra cabeza pero sin llegar a crearnos incomodidad por estar demasiado justo. Debemos considerar que, con el paso del tiempo el interior cede, por lo que es normal que nos apriete ligeramente al principio.

Comodidad. Depende en gran medida del interior del casco y de la calidad de las almohadillas. Lo ideal es que estén fabricadas con tejido hipoalergénico y que se desmonten con facilidad, esto para mantenerlas siempre limpias y en las mejores condiciones, aunque no se deban lavar con mucha frecuencia. Algunas marcas ofrecen diferentes densidades de las almohadillas para que el ajuste a la fisionomía de nuestra cara sea perfecto.

Antivaho. Para invierno y épocas lluviosas es fundamental que cuente con un sistema para evitar la formación de vaho. El Pin-Lock es el sistema más usado y casi todos los cascos están preparados para poder instalarlo. Se trata de una pequeña pantalla que se instala en el interior de la visera y crea una zona “al vacío” donde no puede penetrar la humedad, evitando de esta forma el indeseado empañamiento. Otras viseras vienen con un tratamiento antivaho pero va perdiendo sus propiedades con el paso del tiempo, por eso es que existen productos que devuelven la cualidad anti-empañamiento a la superficie. La naricera también ayuda a evacuar el calor de nuestra respiración para retrasar la aparición del vaho.

Peso. Es otra variable muy importante a considerar. No se deben comprar cascos que excedan los 1,400 gramos. En caso de impacto, a más peso más fuerzas rotacionales, las cuales pueden provocar más daños internos. Pero también es una cuestión de confort, porque el peso se nota después de iniciar la marcha.

Ventilación. Es fundamental que el casco cuente con canales o ductos que ayuden a evacuar el calor, manteniendo nuestra cabeza lo más fresca posible. Es importante que la apertura y cierre se haga de forma sencilla para poder manipularnos en movimiento, si hace falta, pero perdiendo la mínima atención posible sobre la carretera.

Seguridad. Esto depende de la arquitectura y composición de la estructura del casco, la encargada de absorber el impacto en caso de accidente. La estructura tricomposite, formada por Kevlar, fibra de vidrio y de carbono, es la que ofrece un óptimo compromiso entre peso, absorción y resistencia. Los de policarbonato o solo de fibra de vidrio son más económicos, pero con peores cualidades generales y menor resistencia a los impactos.

Cierre. También es muy importante que el cierre sea de doble anillo, ya que es el sistema más seguro. Para homologarlos se aplican potentes fuerzas para intentar provocar que se salgan de su lugar, algo muy peligroso en caso de accidente. En cambio, los cierres micrométricos son mucho más cómodos pero también más inseguros, y dentro de estos, siempre debemos elegir aquellos que usen cierres metálicos antes que plástico.

Color. Los tonos vivos, fluorescentes o claros ofrecen mejor visibilidad al resto de los usuarios de la vía cuando cae la noche y es algo que también deberíamos tomar en cuenta a la hora de elegirlo.

Fecha de caducidad. En el deber ser, un casco que no ha sufrido ningún golpe de importancia debe reemplazarse cada cinco años, siempre y cuando se trate de cascos fabricados en policarbonato, pues tienen fecha de caducidad, la cual se acorta según el uso que le demos y también por su exposición a los agentes meteorológicos. Por eso llevan la fecha de fabricación. Los cascos construidos en fibra de carbono o mezcla de fibras tricompuestas o bicompuestas no caducan, pero sí se deterioran tanto las almohadillas interiores como la capa de poliestireno expandido, que es la encargada de absorber un impacto. Por lo tanto, tenemos que estar atentos al buen estado del interior y en general del casco.